Durante la etapa colonial y hasta mediados del siglo XIX,
las instituciones corporativas como la iglesia y las comunidades indígenas
habían funcionado como organismos que se regían de manera autónoma
estableciendo sus propias normas. Estas eran respetadas e incluso protegidas
por el estado. Sin embargo las reformas borbónicas aplicadas durante los
últimos años del virreinato habían comenzado a resquebrajar la fuerza de las
corporaciones en un intento por fortalecer el poder de la corona española.
La ideología de los lidérales mexicanos y del capitalismo
del siglo XIX también afecto a las corporaciones y promovió el individualismo
economía, al proteger la propiedad privada. Pretendía suprimir los privilegios
exenciones de que gozaban corporaciones como el clero y el ejército como una
condición para poder consolidar un estado nacional. La modernidad de esta nueva
sociedad otorgaba mayor importancia al individuo y a las libertades de
organización y expresión.
Los fueron y privilegios de las corporaciones se enfrentaron
con las exigencias de la nueva republica liberal que pretendía satisfacer las
demandas populares.
En ese sentido se promulgo la Ley de Lerdo.